El ciclo de vida de una estrella dura mil millones de años. En general, mientras más grande sea una estrella, más corto es su tiempo de vida.
El nacimiento de una estrella ocurre dentro de las nebulosas, que son nubes de polvo constituidas por hidrógeno. A lo largo de miles de años, la gravedad provoca que las cavidades de materia densa dentro de la nebulosa colapsen bajo su propio peso. Una de estas masas de gas que se contrae, denominada protoestrellas, representa la etapa naciente de la estrella. Debido a que el polvo de las nebulosas las oculta, las protoestrellas son difíciles de detectar.
A medida que una protoestrellas se hace más pequeña, gira más rápido debido a la conservación del momento angular (el mismo principio que explica por qué aumenta la velocidad a la que un patinador gira cuando aprieta sus brazos). La presión en aumento provoca temperaturas elevadas, y durante este tiempo, una estrella ingresa en lo que se denomina la fase T Tauri, una etapa relativamente breve.
Millones de años después, cuando la temperatura del núcleo llega a los 27 millones de grados Fahrenheit (es decir, 15 millones de grados Celsius), la fusión nuclear comienza, encendiendo el núcleo y desencadenando la próxima (y más larga) fase de la vida de una estrella, conocida como la secuencia principal.
La mayor parte de las estrellas de nuestra galaxia, incluyendo al Sol, se clasifican como estrellas de secuencia principal. Existen en un estado estable de fusión nuclear, en el que transforman al hidrógeno en helio e irradian rayos X. En este proceso se emite una gran cantidad de energía, ya que se mantiene alta la temperatura de la estrella, que brilla intensamente.
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